MEDITACION
Cuanto mayor es la concentración, más puede profundizar uno, tanto en el entendimiento como en la experiencia. Cuando la mente y el intelecto chapucean en la superficie, cuando la vida es simplemente una continuación de rutinas y hábitos superficiales, entonces la vida se vuelve vacía, seca y sin significado.
Una vida sin una meta es como un barco sin timón. El resultado es un ir a la deriva, agotador y sin un objetivo. Las energías, especialmente las de la mente, están dispersas y esparcidas, no hay un foco donde reunir y concentrar las energías del ser y así utilizarlas de forma constructiva.
La sociedad moderna tiene este mal o enfermedad interior, la falta de contentamiento, propósito y valores apropiados con los cuales la vida puede ser guiada. Esta carencia produce frustración personal, stress y una variedad de pesares.
¿Cómo superar esta enfermedad interior del alma humana? ¿Cómo organizar y dirigir las energías del ser hacia objetivos dignos?
La meditación ha sido reconocida como un método viable para ayudar al ser humano a reorientar su vida y conseguir una estabilidad interior. La palabra “meditación” procede de la palabra latina “mederi” que significa “curar”. La curación del ser interior no es una cuestión de tomar ninguna medicina física sino que depende de restablecer el equilibrio interior mediante el conocimiento
espiritual, las actitudes correctas y la utilización correcta de la energía mental.
En la meditación, tal y como se ha enfatizado durante el curso entero, aprendemos a mirar hacia nuestro interior y es en el interior del ser donde hallamos los recursos que pueden sanarnos. ¿Qué recursos? Los recursos de paz, amor, verdad, felicidad… que son energías eternas del interior del ser y mediante el pensamiento concentrado aprendemos a dejar que estas energías puras se manifiesten en la conciencia, y después, en nuestras acciones diarias.
En Grecia, la palabra meditación se traduce como “dialogismos”, de donde procede la palabra española “diálogo”. En Grecia, la idea de la meditación es la de tener un diálogo con uno mismo, con el ser, un proceso muy necesario para desarrollar el autoconocimiento y acumular fortaleza interior.
Una vida sin una meta es como un barco sin timón. El resultado es un ir a la deriva, agotador y sin un objetivo. Las energías, especialmente las de la mente, están dispersas y esparcidas, no hay un foco donde reunir y concentrar las energías del ser y así utilizarlas de forma constructiva.
La sociedad moderna tiene este mal o enfermedad interior, la falta de contentamiento, propósito y valores apropiados con los cuales la vida puede ser guiada. Esta carencia produce frustración personal, stress y una variedad de pesares.
¿Cómo superar esta enfermedad interior del alma humana? ¿Cómo organizar y dirigir las energías del ser hacia objetivos dignos?
La meditación ha sido reconocida como un método viable para ayudar al ser humano a reorientar su vida y conseguir una estabilidad interior. La palabra “meditación” procede de la palabra latina “mederi” que significa “curar”. La curación del ser interior no es una cuestión de tomar ninguna medicina física sino que depende de restablecer el equilibrio interior mediante el conocimiento
espiritual, las actitudes correctas y la utilización correcta de la energía mental.
En la meditación, tal y como se ha enfatizado durante el curso entero, aprendemos a mirar hacia nuestro interior y es en el interior del ser donde hallamos los recursos que pueden sanarnos. ¿Qué recursos? Los recursos de paz, amor, verdad, felicidad… que son energías eternas del interior del ser y mediante el pensamiento concentrado aprendemos a dejar que estas energías puras se manifiesten en la conciencia, y después, en nuestras acciones diarias.
En Grecia, la palabra meditación se traduce como “dialogismos”, de donde procede la palabra española “diálogo”. En Grecia, la idea de la meditación es la de tener un diálogo con uno mismo, con el ser, un proceso muy necesario para desarrollar el autoconocimiento y acumular fortaleza interior.
El diálogo con uno mismo, con su ser, cuando se dirige correctamente y se basa en las perspectivas y valores espirituales, limpia la mente de ideas negativas acerca de uno mismo y clarifica el intelecto, tanto para formular como para seguir ideas correctas para el desarrollo del autorrespeto.
Diálogo no significa quedarse atrapado en sentimientos de culpabilidad sobre los errores o limitaciones, ni significa blanquear cosas obvias que deben cambiarse, significa la eliminación de repetidas auto-imágenes negativas que vacían al ser de felicidad y confianza en sí mismo.
La base de este diálogo espiritual con el propio ser es la introspección. La introspección es la habilidad de examinar, revisar y cambiarme a mí mismo, dondequiera, como sea y cuando quiera que deba hacerlo. Sin una reevaluación consistente de mis actitudes y modelos de pensamiento, los hábitos negativos dominarán mi conciencia con mucha facilidad. Por supuesto, un diálogo sano con el ser significa que interactúo positivamente con los demás, no quedarme atrapado o perdido en mí mismo. Los demás, las situaciones, son todos mis profesores; ellos me ayudan a crecer si tengo la sensatez de tomar beneficio de todas las cosas.
Sin embargo, cualquier cosa que entre en la mente y el intelecto siempre necesita ser evaluada y revisada. Tal evaluación es necesaria a fin de que no se produzca ningún daño para el ser ni para los demás.
La introspección trae el estado de ser un observador: observar el ser y no reaccionar a las situaciones con emociones negativas tales como la ira, el odio y el resentimiento.
El estado del observador desapegado, conserva la energía interior y al mismo tiempo mantiene al ser espiritual, mental y emocionalmente sano. Así, si aprendo a dialogar conmigo mismo positivamente, es decir, no quedarme atrapado en sentimientos de culpabilidad, remordimiento, proyección de culpa sobre otros, comparación con los demás, entonces puedo convertirme en mi mejor amigo.
El tercer significado de meditación podemos tomarlo de la palabra sánscrita “yoga”. Es a través del entendimiento de esta palabra que aprendemos a cómo obtener ayuda, es decir, cierto poder espiritual externo que puede ayudarme a sanar y también a dialogar positivamente conmigo mismo. La palabra yoga significa juntar o volver a unir. ¿Volver a unirse con qué y con quién? La
respuesta es, en primer lugar, con mi ser original y eterno, el alma, y en segundo lugar con la eterna Fuente Suprema de Todo Poder y Energía; esa Fuente me ayuda a reenergetizarme y volver a conocerme a mí mismo.
Sobre este planeta Tierra, todo depende de alguna fuente externa de energía para el movimiento y el crecimiento. Por ejemplo, las semillas de las plantas y árboles tienen su propia fuente de energía dentro de sí mismas: a esta se la llama la energía de la naturaleza. Sin embargo, esta energía no puede liberarse a menos que actúe sobre ella una fuente de energía externa, es decir, la energía del sol.
Sólo a través del poder de la luz del sol las semillas de la tierra brotarán en la vida y crecerán.
El cuerpo humano mismo tiene su propia energía, pero diariamente necesita fuentes externas de energía, comida, aire, luz del sol, agua. Sin estas fuentes externas, el cuerpo humano no podría
existir.
Incluso una batería gastada necesita otra batería o alguna fuente de energía para recargarse. El ser humano se ha debilitado, no hay paz constante ni sensación de propósito, felicidad o contentamiento, etc. El alma humana necesita recargarse.
Aunque el alma humana tiene grandes potencialidades dentro de sí misma, como las semillas de la naturaleza, se necesita una fuente de energía externa para que emerjan los poderes latentes. Esta fuente externa de poder no es física, puesto que el alma humana tampoco lo es. A esta fuente de poder se le ha llamado tradicionalmente Dios o el Ser Supremo. Muchos nombres, de hecho, se le han dado a la Fuente. Por el momento es suficiente saber que este Poder Supremo es el Punto Eterno de Referencia para toda Creación, cuya tarea es recargar y limpiarlo todo. Siendo eternamente pura y no polucionada por ningún rastro de egoísmo o violencia, el Ser Supremo es totalmente benevolente y a través de las energías eternas de Amor y Verdad es capaz de recargar y llenar al alma humana con todos los poderes. Por supuesto, cada uno elige su propio nivel de limpieza, recarga o plenitud. De acuerdo a la elección individual así serán los poderes resultantes de amor, paz, felicidad y verdad visibles con claridad en el ser.
El Ser Supremo es entendido como un punto eterno de Luz pura, que reside en el mundo del silencio eterno más allá del Tiempo y la Materia. Podemos alcanzar esta fuente de Amor y Pureza, o a la inversa, el Ser Supremo puede alcanzarnos a través del poder del pensamiento concentrado. Sólo toma un segundo para que empiece tal comunicación. Cuando alcanzamos tal lugar de silencio eterno, el mundo de luz silenciosa, enfocamos nuestra atención amorosa sobre el Ser Supremo y, si nuestro enfoque es concentrado, podemos sentir como el ser se llena de la paz y el amor más puros que jamás hayamos sentido en toda nuestra existencia.
Esto es yoga: volver a unir el ser con el Supremo y a través de esto recordar todas las cosas de valor que habíamos olvidado. Yoga significa recordar: recordar el ser original, la relación original y eterna con el Ser Supremo y recordar, mediante la experiencia, el significado puro de amor, paz y felicidad.
Diálogo no significa quedarse atrapado en sentimientos de culpabilidad sobre los errores o limitaciones, ni significa blanquear cosas obvias que deben cambiarse, significa la eliminación de repetidas auto-imágenes negativas que vacían al ser de felicidad y confianza en sí mismo.
La base de este diálogo espiritual con el propio ser es la introspección. La introspección es la habilidad de examinar, revisar y cambiarme a mí mismo, dondequiera, como sea y cuando quiera que deba hacerlo. Sin una reevaluación consistente de mis actitudes y modelos de pensamiento, los hábitos negativos dominarán mi conciencia con mucha facilidad. Por supuesto, un diálogo sano con el ser significa que interactúo positivamente con los demás, no quedarme atrapado o perdido en mí mismo. Los demás, las situaciones, son todos mis profesores; ellos me ayudan a crecer si tengo la sensatez de tomar beneficio de todas las cosas.
Sin embargo, cualquier cosa que entre en la mente y el intelecto siempre necesita ser evaluada y revisada. Tal evaluación es necesaria a fin de que no se produzca ningún daño para el ser ni para los demás.
La introspección trae el estado de ser un observador: observar el ser y no reaccionar a las situaciones con emociones negativas tales como la ira, el odio y el resentimiento.
El estado del observador desapegado, conserva la energía interior y al mismo tiempo mantiene al ser espiritual, mental y emocionalmente sano. Así, si aprendo a dialogar conmigo mismo positivamente, es decir, no quedarme atrapado en sentimientos de culpabilidad, remordimiento, proyección de culpa sobre otros, comparación con los demás, entonces puedo convertirme en mi mejor amigo.
El tercer significado de meditación podemos tomarlo de la palabra sánscrita “yoga”. Es a través del entendimiento de esta palabra que aprendemos a cómo obtener ayuda, es decir, cierto poder espiritual externo que puede ayudarme a sanar y también a dialogar positivamente conmigo mismo. La palabra yoga significa juntar o volver a unir. ¿Volver a unirse con qué y con quién? La
respuesta es, en primer lugar, con mi ser original y eterno, el alma, y en segundo lugar con la eterna Fuente Suprema de Todo Poder y Energía; esa Fuente me ayuda a reenergetizarme y volver a conocerme a mí mismo.
Sobre este planeta Tierra, todo depende de alguna fuente externa de energía para el movimiento y el crecimiento. Por ejemplo, las semillas de las plantas y árboles tienen su propia fuente de energía dentro de sí mismas: a esta se la llama la energía de la naturaleza. Sin embargo, esta energía no puede liberarse a menos que actúe sobre ella una fuente de energía externa, es decir, la energía del sol.
Sólo a través del poder de la luz del sol las semillas de la tierra brotarán en la vida y crecerán.
El cuerpo humano mismo tiene su propia energía, pero diariamente necesita fuentes externas de energía, comida, aire, luz del sol, agua. Sin estas fuentes externas, el cuerpo humano no podría
existir.
Incluso una batería gastada necesita otra batería o alguna fuente de energía para recargarse. El ser humano se ha debilitado, no hay paz constante ni sensación de propósito, felicidad o contentamiento, etc. El alma humana necesita recargarse.
Aunque el alma humana tiene grandes potencialidades dentro de sí misma, como las semillas de la naturaleza, se necesita una fuente de energía externa para que emerjan los poderes latentes. Esta fuente externa de poder no es física, puesto que el alma humana tampoco lo es. A esta fuente de poder se le ha llamado tradicionalmente Dios o el Ser Supremo. Muchos nombres, de hecho, se le han dado a la Fuente. Por el momento es suficiente saber que este Poder Supremo es el Punto Eterno de Referencia para toda Creación, cuya tarea es recargar y limpiarlo todo. Siendo eternamente pura y no polucionada por ningún rastro de egoísmo o violencia, el Ser Supremo es totalmente benevolente y a través de las energías eternas de Amor y Verdad es capaz de recargar y llenar al alma humana con todos los poderes. Por supuesto, cada uno elige su propio nivel de limpieza, recarga o plenitud. De acuerdo a la elección individual así serán los poderes resultantes de amor, paz, felicidad y verdad visibles con claridad en el ser.
El Ser Supremo es entendido como un punto eterno de Luz pura, que reside en el mundo del silencio eterno más allá del Tiempo y la Materia. Podemos alcanzar esta fuente de Amor y Pureza, o a la inversa, el Ser Supremo puede alcanzarnos a través del poder del pensamiento concentrado. Sólo toma un segundo para que empiece tal comunicación. Cuando alcanzamos tal lugar de silencio eterno, el mundo de luz silenciosa, enfocamos nuestra atención amorosa sobre el Ser Supremo y, si nuestro enfoque es concentrado, podemos sentir como el ser se llena de la paz y el amor más puros que jamás hayamos sentido en toda nuestra existencia.
Esto es yoga: volver a unir el ser con el Supremo y a través de esto recordar todas las cosas de valor que habíamos olvidado. Yoga significa recordar: recordar el ser original, la relación original y eterna con el Ser Supremo y recordar, mediante la experiencia, el significado puro de amor, paz y felicidad.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario