EL JUEGO DE LA VIDA

¿Cuáles son algunas de las características de un juego?
Cada jugador debe conocer exactamente su posición, papel y responsabilidades.
Cada jugador debe conocer la posición exacta, el papel y las responsabilidades de los demás en su equipo.
Normalmente hay un equipo de jugadores; cada miembro del equipo necesita cooperar completamente con el otro, de lo contrario no puede haber victoria.
Cada jugador debe conocer la meta y el objetivo del juego.
No hay dos jugadores en un equipo que tengan exactamente la misma función.
Hay leyes y reglas para cada juego. Romper o desafiar una regla en particular supone una penalización, una pérdida de algún tipo.
A menudo los juegos tienen un árbitro, alguien que no está jugando pero que observa el juego asegurándose de que se juega de acuerdo a las reglas.
Se necesita mucho entrenamiento para perfeccionar el arte del juego y, en particular, el papel de uno dentro del juego.
La vida humana es similar a un juego. Cada persona es un jugador que tiene un papel específico que desempeñar. Cuando hay el reconocimiento del ser o autoconocimiento de mi papel entonces puedo jugar correctamente en el juego de la vida, es decir, con contentamiento, propósito y éxito. El éxito me da felicidad y realización y, mis interacciones con los demás son positivas y no están llenas de negatividad como la ira, desconfianza, celos, egoísmo, etc.
Otra imagen que también podemos utilizar para describir la vida humana es la de un teatro. La vida es una obra de teatro y cada ser humano es un actor que interpreta su papel.
La esencia del tema, sea que veamos la vida como un juego o como una obra, es que cada uno debe conocerse a sí mismo y su papel, de lo contrario las interacciones, es decir, las relaciones con los demás son confusas y alteradas.
También, para una interacción correcta con los demás jugadores, necesito conocer qué es lo que son y cuál es su papel; necesito valorar y respetar, eso si
queremos relacionarnos los unos con los otros con facilidad, flexibilidad y tolerancia.
También dijimos que dos jugadores de un equipo o dos actores no pueden tener exactamente la misma parte que interpretar. Esto también es una regla para la vida: cada uno de nosotros es un individuo único interpretando un papel único.
Si yo no entiendo, valoro o aprecio mi propio papel, entonces me comparo a mí mismo con los demás y desarrollo un tipo de pensamientos y hábitos negativos, tales como culpar a los demás por mi propia falta de felicidad o paz, también celos, competitividad, incluso se desarrollan complejos de inferioridad y depresión. Cuando estas actitudes entran en la conciencia, significa que otra regla o ley básica del juego de la vida ha sido olvidada, que es: cada persona en el juego tiene su papel distinto e individual a interpretar, al igual que yo. Cuando nos olvidamos de nosotros mismos, fácilmente nos olvidamos de esta regla. El resultado es que una observación excesiva de los demás así como analizarles provoca una “crisis de identidad” dentro del ser. “Debería ser yo así; debería hablar como éste; debería…”
Yo soy yo mismo; debo aprender el arte del autoconocimiento. A partir de este primer paso al interior del ser se inician unas relaciones sanas con los demás.
Por supuesto, aunque uno necesita apreciar y valorar al ser, no debería haber ego: “Soy esto, soy eso, tengo este talento, esta posición social, etc., etc.” Tal ego, que está basado en un entendimiento limitado del ser, significa perder el juego. Tal falta de autoconocimiento significa que no puedo jugar con precisión, facilidad ni éxito. Los objetivos más importantes de la vida son las experiencias del amor y la felicidad; una persona egoísta nunca puede experimentar estas cualidades porque el amor, respeto y felicidad sólo pueden ser dados libremente
desde los corazones de los demás, no pueden pedirse o tener expectativas sobre ellos. Una persona con un complejo de inferioridad ni puede ganar el amor ni el respeto de los demás, sólo pena o compasión en el mejor de los casos.
Para ir más allá del sentido de superioridad e inferioridad hay otra regla: “Nunca pensar que yo soy todo, nunca pensar que no soy nada”. Mantener siempre el reconocimiento de que existo, por lo tanto tengo algún valor y sea lo que yo sea o tenga, dejar que se desarrolle y se utilice de manera altruista para el beneficio de los demás. Esta actitud automáticamente trae consigo felicidad y beneficio para el ser. Lo que se comparte es lo que tiene valor.
La libertad es un ingrediente esencial para experimentar felicidad. Cuando hay un amor y respeto verdaderos por los demás, automáticamente tal persona utiliza su libertad con un sentido de responsabilidad; sabe no infringir en los derechos de otro porque éste también tiene derechos, tiene un papel que interpretar, tiene un valor y por encima de todo, también tiene un derecho a la libertad.
Una persona irresponsable nunca es libre; irresponsable significa el que usa mal su propia libertad o restringe la libertad de los demás debido al egoísmo o al ego.
Tal persona no es nunca libre ella misma porque siempre tiene que pagar el efecto de tal actitud y tales acciones. Las consecuencias pueden ser en forma de soledad, falta de amor, vacío interior, depresión, etc.
La libertad y la responsabilidad son las dos caras de una moneda y son absolutamente inseparables. Es una regla fundamental de todas las relaciones e interacciones humanas. En otras palabras, es la ley del karma, que enunciada de una forma sencilla dice que por cada acción hay una reacción igual y opuesta.
Opuesta significa opuesta en dirección. Lo que yo doy a los demás, sea bueno o malo, es lo que recibiré. Somos libres de elegir, pero cada elección que hago lleva consigo una responsabilidad personal y unas consecuencias.
¿Cómo puedo interpretar el juego de la vida con éxito, interactuando con los demás con positividad mediante el hecho de mantener tanto mi autorrespeto como el dar respeto a los demás?
El primer paso, como se ha mencionado, es conocer ¿quién soy yo?, y ¿cuál es mi papel? Sin un autoconocimiento preciso el juego está ciertamente perdido.
Hemos estado hablando en los tres cursos previos de un punto de energía y de la mente, intelecto e impresiones. Ahora voy a entender que yo soy este punto de energía eterna al que se llama alma y que dentro de yo, el alma, están la mente, el intelecto y las impresiones, las tres energías que constituyen la conciencia humana. ¿Quién soy yo? Soy un ser eterno, pienso, decido, siento, actúo. Yo soy un alma, un actor dentro de este traje físico, el cuerpo y estoy interpretando mi papel, en el escenario del mundo. Yo no soy este traje de materia sino que lo
utilizo y lo necesito para interpretar mi papel.
Cuando me entiendo a mí mismo como un ser eterno, entiendo que tengo recursos de energía eternos en mi interior, es decir, paz, amor felicidad, verdad.
Puesto que soy eterno y tengo cualidades eternas, no importa cuán escondidas pueda parecer que están, entonces entiendo que las demás personas son lo mismo. Nosotros, como actores eternos, estamos en un juego, en esta obra juntos. Con esta conciencia de mi individualidad y del respeto por la individualidad eterna de los demás, el juego de la vida puede jugarse
correctamente, con armonía.
Sin embargo, cuando me hago “consciente del traje” me siento como si fuera sólo el cuerpo, eso crea actitudes y emociones negativas tales como el odio, los celos, los complejos de superioridad o inferioridad, el ego, etc.
Así que cuando se pierde la verdadera identidad del actor o jugador, entonces nuestras interacciones con los demás se vuelven confusas, negativas y nos cansan. Volver a jugar el juego de la vida correctamente significa que la paz y la armonía reinarían en el individuo y a nivel global. Todos queremos paz pero necesitamos estabilizarnos en el punto correcto y éste es el interior del ser.
Necesito volver a la identidad original, donde todos somos lo mismo: puntos de luz eterna, seres individuales, todos tenemos un derecho a estar aquí.
Con este conocimiento del ser eterno, uno desarrolla una gran fortaleza interior y con ella es capaz de superar muchos obstáculos y negatividades de la vida.
Cuanto más estable estoy en mi autoconocimiento más fácil es para mí ser tolerante, flexible y paciente. El éxito de mi papel en el juego de la vida depende de esto.

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